Bajo la mirada de Occidente by Joseph Conrad

Bajo la mirada de Occidente by Joseph Conrad

autor:Joseph Conrad [Conrad, Joseph]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1911-01-01T05:00:00+00:00


TERCERA PARTE

I

EL AGUA CORRÍA BAJO EL PUENTE, violenta y profunda. Su movimiento ligeramente ondulante parecía capaz de tallar por sí solo un canal en el sólido granito mientras uno la observaba; y, sin embargo, aunque hubiera atravesado el pecho de Razumov, no habría podido llevarse la amargura allí concentrada por el naufragio de su vida.

«¿Qué significa todo esto?», se preguntó, contemplando el flujo precipitado, tan terso y limpio que sólo el paso de una frágil burbuja de aire o un hilo de espuma fino como un cabello blanco que no tardaba en desaparecer revelaban su vertiginosa carrera, su fuerza terrible. «¿Por qué ese inglés entrometido la ha tomado conmigo? ¿Y qué es esa ridícula historia de la madre trastornada?».

Intentaba pensar adrede con brutalidad, si bien evitaba cualquier referencia mental a la muchacha. «Una madre trastornada», se repitió. «¡Qué fatalidad! ¿O debería despreciarlo todo por absurdo? ¡No! ¡No me equivoco! No puedo permitirme el lujo de despreciar nada. Un hecho absurdo puede desencadenar las más peligrosas complicaciones. ¿Cómo se protege uno de eso? Es algo que desafía la inteligencia. Cuanto más inteligente se es, menos se sospecha una absurdidad».

Una oleada de ira ahogó momentáneamente sus cavilaciones. Incluso hizo temblar su cuerpo inclinado sobre el puente; reanudó después su reflexión silenciosa, como un diálogo secreto consigo mismo. Pero, incluso en aquella intimidad, su pensamiento mostraba ciertas reservas de las que era vagamente consciente.

«A fin de cuentas, esto no es absurdo. Es insignificante. Es absolutamente insignificante… absolutamente. El trastorno de una mujer, el entrometimiento quisquilloso de un inglés idiota y viejo. ¿Qué diablo lo habrá puesto en mi camino? ¿No lo he tratado con suficiente caballerosidad? ¿No es así? Ésa es la manera de tratar a la gente entrometida. ¿Es posible que siga detrás de mí, esperando?».

Sintió que un escalofrío le recorría la espalda. No era miedo. Estaba seguro de que no era miedo —miedo por sí mismo—, pero era en todo caso una especie de aprensión por otro, por alguien a quien conocía sin ser capaz de ponerle nombre. Se tranquilizó un poco al recordar que el oficioso inglés debía encontrarse con alguien en la estación. Era ridículo suponer que perdería su tiempo esperando allí. Le pareció innecesario volverse a mirar para cerciorarse.

«¿Qué querría decir con esa extraordinaria historia del periódico y la mujer trastornada?», se preguntó de pronto. Era una osadía deplorable, algo que sólo un inglés podía permitirse. Todo aquel asunto era como un deporte para ese individuo —el deporte de la revolución—, un juego que observar desde las alturas de su superioridad. Y qué narices quería decir cuando exclamó: «¡¿Es que no basta con la verdad?!».

Apretó los brazos cruzados sobre el pretil de piedra en el que se apoyaba con fuerza. «¿Es que no basta con la verdad?». La verdad para la madre trastornada del…

Volvió a temblar. Sí. ¡La verdad bastaría! Aparentemente bastaría. Exacto. «Y aceptar su agradecimiento», se dijo, formulando con cinismo las palabras no pronunciadas. «Lanzarse a mi brazos llena de gratitud, sin duda», se burló mentalmente. Pero este estado de ánimo lo abandonó de inmediato.



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